< El Hombre y El Discipulado >
Cuando Jesús finalizó su ministerio terrenal, nos traspasó la carga por alcanzar a los perdidos. Esta es la mayor responsabilidad que pudiera habernos dejado, ya que sería el eje sobre el cual girarían todas las actividades de la Iglesia. Cuando nos dijo: “… id, y haced discípulos a todas las naciones ( ethnos = pueblos, razas) , bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Este mandato es popularmente conocido como “La gran comisión” . A lo largo de su historia, la Iglesia ha pasado por tiempos de avivamiento donde esta sentencia llegó a ser una realidad. Pero también pasó por otros en los que ni siquiera se la consideraba como una prioridad, limitándola a una serie de actividades programadas con la finalidad de suplir los vacíos que surgían en las agendas anuales de las diferentes organizaciones. Aunque la tarea de alcanzar a los perdidos nunca se detuvo por completo, hubo momentos en los que simplemente fue considerada como una actividad más,...